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El Estrés en el Adiestramiento Canino

Por: Antonio Pozuelos Jiménez de Cisneros

 

En múltiples ocasiones hemos observado en los campos de trabajo, a ejemplares cuyo nivel de estrés ha entorpecido su rendimiento, ha perjudicado su salud e incluso ha hecho que el perro presente síntomas de neurosis experimental.

El estrés reúne a todo un conjunto de cambios corporales que aparecen como respuesta del organismo frente a una situación conflictiva. A los agentes capaces de producir todos estos cambios los llamamos estresores. Por tanto, podemos definir el estrés como la respuesta del cuerpo frente a los estresores.

En libertad, los estresores más activos suelen ser la huida frustrada, la superpoblación o la simple presencia del dominante. Cuando un perro se somete a un adiestramiento complejo que conlleve múltiples situaciones conflictivas estas, en si mismas, son un estresor de gran magnitud sobre todo, si lo unimos a la huida frustrada del animal

En una situación de estrés moderado, se detecta un aumento de actividad en el sistema nervioso autónomo. La estimulación de la médula suprarrenal, a través de estos nervios produce la secreción de la hormona Adrenalina en el torrente sanguíneo. Esto da lugar a numerosos cambios corporales como erizamiento de pelo, aumento del ritmo cardiaco, respiración rápida y desviación de la sangre desde el canal alimentario hacia los músculos.

Si imaginamos una situación de enfrentamiento real en libertad, todos estos cambios no solo ayudan a solucionar la situación de conflicto, sino que tienen un alto valor adaptativo. En el peor de los casos y, si la situación se mantiene, siempre le queda al perro la huida como método infalible de restauración del equilibrio metabólico de su cuerpo.

Los diversos cambios que hemos comentado, se pueden considerar como estadíos sucesivos de una escala de activación muy influenciada por el rango de raza del perro y, sobre todo, por su rango individual de percepción sensorial.

El problema aparece cuando la situación de conflicto persiste sin que el perro pueda utilizar la solución de la huida. En este caso, la reacción implica a la corteza suprarrenal que se ve obligada a segregar hormonas pero no a través de los nervios autónomos como antes, sino por medio de otra hormona, la Adrenocorticotropa (ACTH) producida por la glándula pituitaria. La secreción de hormonas suprarrenales es la más dramática para el perro. Las células corticales se desecan y, si el estrés se mantiene, las glándulas suprarrenales son capaces de aumentar de tamaño, a veces, hasta en un 25%.

El camino a que se ve abocado, en estos casos, el pobre animal es a forzar la huida abandonando a su dueño en pleno ejercicio o a enfermar e incluso morir súbitamente.

Evidentemente una pequeña dosis de Adrenalina durante el trabajo es beneficiosa para producir una rápida comprensión de lo que el adiestrador exige del animal. Por el contrario una excesiva presión puede producir los efectos devastadores mencionados anteriormente al no poder solucionar la situación de conflicto que se le origina.

Hemos comentado que cada individuo tiene, independientemente de la raza, un índice de percepción sensorial distinto. Así, cualquier adiestrador/competidor que se precie, deberá valorar con toda minuciosidad la capacidad de recuperación al estrés, las reacciones generales de emergencia, el estado motivacional y la presencia, voluntaria o no, de cualquier agente estresor antes de manipular la conducta de su perro.

Aceptamos que hay perros tan sensibles al estrés que son capaces de asimilar el que, en ese momento, sufre su dueño. Otros son tan adaptativos que pueden llegar a abandonar a su guía en plena realización de un ejercicio y otros mueren repentinamente de un supuesto golpe de calor cuando la necrosia revela una tumoración en sus órganos endocrinos.

La discriminación del premio y el castigo es otro factor que de no estar presente, puede llevar al perro a la neurosis experimental. Paulov ya trabajó con perros en sus célebres experimentos con los reflejos condicionados. Estos se formaban cuando el animal recibía una recompensa al responder con un movimiento de pata al estímulo provocado por la aparición de una mancha circular de luz. Era castigado si respondía a una elíptica y, una vez aprendida la discriminación, la mancha elíptica se iba haciendo, en intentos sucesivos, cada vez más circular. Llegaba el momento en que el perro no podía discriminar y entraba en una situación de conflicto prolongado que le llevaba a la agitación violenta, la actividad de interrupción o a la enfermedad a corto plazo.

Hemos tratado de resumir todo lo expuesto en un modelo de conducta bajo estrés que nos lleva a la conclusión de que un exceso de estrés y/o presión no pueden ser buenos, bajo ningún concepto, en el adiestramiento de nuestro perro.

 

 

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